¿ALGUNA VEZ HAS VISTO A ESTE MALDITO CALVO DE MIERDA?

Pues en todos lados. Renace y fallece en tu mirada perdida de pequeño lector; entre los sucios vericuetos de los materiales impresos que cada semana pagas por nada. Insolente invasión seudo intelectual-aspiracional-ególatra sin explicación alguna. Coñoelamadre con el cocinerito. El calvo de lasciva sonrisa que es siempre el bueno, el excelente empresario, el perfecto sibarita que te enseña lo que es una deconstrucción. ¿Él también te representa? ¿Estás contento de que te violen los sentidos con la nefasta banalidad de un arrivista? Mierda mano, basta ya, papito lindo.
Ahora eres dueño de un nuevo capricho nacional: la gastronomía. Un orgullo sin sentido que brota en tus rebuscadas columnas, en tus programas de radio, en tus restaurantes, en tus malditos cursos para millonarios que quieren alejarse aún más de su pobreza mental a costa de hablar “del onoto, el azafrán y esas deliciosas texturas que nos regresan a la infancia...” Mierda que eres, nojoda.
Venga a pensar la gente con sentido. Que ya te hablan de simple comida con términos de la Bauhaus. Pues anda a engañar a la puta madre que te parió, Koyac mal nacido. Preferimos al gordo con todo y María.
Es que chico, en esta gran nación la agarran con unas vainas... y se quedan pero bien pegaditos con el tema... y no lo sueltan y no lo sueltan y no lo sueltan hasta que los decenios le enseñen a esos miles de snobistas descerebrados, que a fin de cuentas le están llenando el bolsillo a un charlatán por el módico precio de haber aprendido a preparar un carite frito.
Ya es hora, maldito calvo de mierda, de decirte con sumo desagrado: anda a lavarte el culo con tus experimentos culinarios.

Ah, y a mis caraotas las dejas en paz, mamaguevo.

Aguacatico Spósito, llorando pus por esta República.