Minuto desdichado de aislamiento corporal que genera el imperfecto
deterioro de la tripa obsoleta y antojada.
Lánzate la lenta flatulencia infantil de las mañanas cuando renazca la
pujada certera de la mierda en pasta.
Crea de una bacinilla de azules perlados y fieles contornos polímeros
el Géiser sabroso y marrón de Costilla Criolla que tanto alimenta al
gusano maldito en la alcantarilla de la vida.
Defecación de tu fuero interno que tapuja chillido a chillido el
maternal aliento de la Señora Rojas.
Pon atención, que detrás de un horizonte de herrumbre y ladrillo
oloroso a creolina, emana la fetidez moral del barrio de mi corazón.
Un puchero, dos pucheros, tres pucheros, y la genética inconstante de
tu cuerpecito me presenta visos de imaginería marginal; justo cuando
el bebé se agarra el sexo incoloro y desplaza su manita hasta tocarse
los dedos de los pies. Esos dedos cargados de angustia al tocar el
piso de la incertidumbre.
Mientras tanto, en la oscura vacuidad de tu plástico redentor, se
aligera la pesada carga de la consistencia pastosa de un epílogo
gastronómico a base de avena, Chesse Tris y 7up.
Acompaña el presagio de prótidos, glúcidos colados, y carne molida con
el súbito e instantáneo reflejo de sumar una catarata de placeres
líquidos a tu entorno.
La mezcla constituye un canto a los antepasados, a la cruda historia
de tu existencia.
Suéltense en el aire miles de aves de parduzcas plumas que narren con
trinos de astucia los esplendores de tu cuerpo. A ellos le acompañará
una cálida y ornamental orquesta de truenos y centellas.
Créeme: a nadie le importará si esparces tus espasmos con la tristeza
de una mirada concreta: aquí estamos para desterrar la tolerancia
familiar a fin de aliviar cualquier apuro de una biología comprometida
con el caos, la miseria y el desorden.
Son ese par de manos salvadoras hediondas a pulcritud albiceleste las
que abrirán con Llaves de decoro, cualquier destino que nos depare la
pequeña cárcel alimenticia que hace de la putrefacción un arte; del
relajo orgánico, la esencia de tu vida.
-Bueno miamor, ya hiciste pupú y pipí. Ahora vete a jugar.
Aquí hiede a pura humanidad.
Aguacatico Spósito Dávila, apostando a un Nóbel como Cagón del Año y
protagonista de la foto que acompaña estas palabras.