Fuego al descampado gélido mientras te desposaba el blanco huérfano. Luces para alumbrar la casa paterna del viejo sobre una mula, doblado por el rayo del picantito, perdido en la inmensidad lúgubre de lo rural. Hilando los vestidos familiares, compraste el salado mientras el dilema circulatorio facturaba alto y coloreaba la piel en tonos alarmantes. Vinieron los perros y sus hijos malagradecidos; hambrientos y defectuosos, con el blanco huérfano aspirando hasta el tufo ajeno dentro de un vehiculo autoritario, rumbo al limbo de los hijos de puta y otros apostadores de caballos cojos. La seca reseca llamaba y seguro tu santa madre recordó a la primogénita escoñetada, a la Campesina de Galipan. Y menos mal.
Chivas Cuca